Medicinas.

A.-¿Dónde se supone que se compra eso?
G.-En una farmacia! jajajaja
Ad.-¿Qué te hace tanta gracia?
G.-¿Se lo vas a comprar a una gitana?
Ad.- Lo viende Tristán.
G. A.- ¡¿Tristáaaan?!
Ad.-Bueno, lo regala, lo cambia.
G.- ¿Y tu por que se lo vas a cambiar?
Ad.-¿Recuerdas aquel colmillo que me partí hace dos meses?
G.- Joder, podríamos descuartizarte y vender tus pedacitos en el mercado negro. Si lo hubiéramos sabido antes ya nos estaríamos forrando.
A.- Lástima no haberle creído antes. Ahora ya no podemos matarle.
Ad.-Me tenéis cariño.
G.- Estás pagando el alquiler.
Ad.-jajajaja
A.- Tristán. Bueno, no me extraña, ese bar siempre ha tenido un olor a... no se, ruda?
G.- ¿Echará cicuta en las copas de sus enemigos?
Ad.-Ahora os estáis pasando.

Esperpento

Cuerdas, cadenas. Martillos. Puertas cerradas. Mordazas. Clavos y fuego. Enganches en cada esquina y en cada mueble. Y drogas. Especialmente fabricadas para eso,decía Adrián, la obra maestra de meigas y estudiantes de química. En el stock de cada camello de las leyendas. Si Adrián existía, habría muichos más como él. En alguna parte.
Los tres nos metemos en su habitación. Le atamos con todo y a todo. Luego me toca irme. Gabriel y Adrián hablan un rato. No se de que, nunca entro. La segunda noche lo hicieron por primera vez y ya no hay quien los desprenda de esa costumbre. Hablan. Gabriel le da su droga y le pone el bozal.

-Buenas noches.

Adrián está en el suelo, medio adormilado, saca de alguna parte una sonrisa y un colmillo centellea.
-Buenas noches hijo de puta.